Santander... Llegamos en algo más de una hora y conforme nos acercabamos el cielo se encapotaba. Y así siguió todo el día, pero no llovió.
Nos juntamos en la plaza del Ayuntamiento, paseamos por el puerto y como es normal acabamos en dos grupos.
Los XL nos fuimos paseando hasta el puerto, tomamos un vermut en el Café Pombo y nos fuimos abuscar una fuente por los parques y de paso mirando restaurante. Comimo en uno centrico, bajo unos soportales, Francisco probó el cocido montañés, tipico de aquí... bueno un cocido como el habitual.
Y nos encontramos todos, Pepi, Miguel, mi padre y yo nos fuimos en el bus turistico, Ángela y Xavi en un cyber, Carmela, Francisco y Dani caminando hacia los coches.
El paseo ha estado muy bien, el Sardinero y la parte alta, con jardines, las casas de los ricos, el Casino... paramos cinco minutos en el faro ¡el que no esté se queda! Pepi y yo corriendo para mirar el acantilado, hacer la foto. Tiene una hermosa vista, se ve toda la playa, la isla Horadada, lal Peninsula de la Magadalen... Mi padre no praba de decir que si, cosas bonitas, de los ricos... de lo que robaban... ¡En fin!
Cuando bajamos buscar a Ángela y Xavi, llamada de Carmela, vendrá con el coche a buscar a Ángela y mi padre y nosotros subiremos a la coronilla a buscar el otro coche, así que a subir cuesta arriba.
Como se impacientaron de esperar salen a nuestro encuentro.
Y después de perdernos como siempre, salimos al fin de Santander.
Cuando llegamos a Argüeso vemos ma´s coches d elo habitual, Miguel y Pepi no resisten la curiosidad y van a averiguar qué es... la inauguración de un bar ¡ya hay dos en Argüeso!
¡Ah! El Pepecar ahora es una coche, Pepacar, con un estupendo lazo rojo en su antena.
Nos preparamos para ir a Santander, toooooooodos juntos. Desayunamos, recogemos la cocina y mientras se preparan los coches, Miguelito y yo vamos a sacar la basura. Llegamos al contenedor, Miguelito abre la tapa con dos deditos, yo pongo la bolsa de basura dentro y volvemos al coche. Hay dos perros en una puerta, uno nos mira y agacha la cabeza. Otro está de pié en medio del camino, nos mira, agacha la cabeza, pota y seguimos palante, a Santander.
Llegamos sin dificultad, nos armamos un lío para aparcar. Paseamos por la bahía (la más grande del norte de España) y cuando nos hartamos, nos separamos en dos grupos. Ellos van por un lao y nosotros a buscar una tienda de juguetes. De camino compramos lenguas de gato, donuts envasados y chucherías varias.
Paseando, lo que más nos llama la atención es un grupo de girl y boy scouts que se estaba paseando por el parque. Un grupito de críos ya llama la atención un poco, pero es que estos tenían 18 años por lo menos. Todos vestiditos con camisas azul cielo con banderitas y escudos y un ‘fular’ al cuello, pantalones ‘sobaqueros’ azul marino, enseñando las rodillas, con calcetines a juego de ‘cuello alto’ (como decía el Miguel). A Miguel y a mí nos surgen tres preguntas: Qué edad tiene esta gente? No les da vergüenza? Les saldrá más barato el viaje (eran italianos) por ir vestidos así?
Acabamos comiendo en un mejicano. Nachos, quesadillas, sincronizadas y ensalada de pollo yo. Decidimos dar un paseo con el autobús turístico porque hasta ahora lo que hemos visto de Santander es corriente y moliente. Mientras hacemos tiempo nos vamos al Ciberlope. Como su nombre indica, está en la calle Lope de Vega. Nos conectamos un rato y nos volvemos a dividir. Miguel, Pepi, yayo y Mercedes, paseo en bus. Ángela y Xavi, dosis de internet. Francisco, Dani y Carmela a patear Santander.
Después del paseo montamos una estrategia para no tener que subir la cuesta para buscar el coche. Recogen a Ángela y yayo y los demás seguimos caminando. Durante la subida nos paramos en: una tienda de chinos (compramos fluorescente para marcar camino en el mapa), una tienda de chuches (compramos polos, agua y pipas) y una tienda de videojuegos. Seguimos subiendo hasta que nos encontramos todos.
Nosotros, mientras, esperamos en el coche. Como había una frutería cerca compramos cuatro melocotones y una botella de agua. La chica de la frutería (que era bastante simpática) nos los lava. La mama, el papa y yo no tenemos problema: los melocotones están muy buenos cuando se comen a bocaos. Pero el yayo… como no tenemos cuchillo, y con los dientes (puestos) no puede, se saca la mitad de arriba de la dentadura y la utiliza de cuchillo-cuchara. Nos reimos todos mucho, pero funciona.
Intentamos salir de Santander. En algún momento, dejamos de ir en dirección correcta y nos metimos en Cuatro Caminos o algo así. Nadie quiere guiar el coche y al final Francisco se fue al PepeCar.
Ah, por cierto, le hemos puesto un lazo al PepeCar para distinguirlo a lo lejos, así que a partir de ahora, le llamaremos PepaCar.
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- Castillo Argüeso y poblado cántabro
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