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jueves, octubre 19, 2006

5 de agosto de 2006

Pantano de Alpotrel
La sierra.
Las huellas del incendio de 2003

Esta mañana los XL más una X, mi Pepi, hemos ido a ver los dólmenes, ¡total, una hora de recorrido!
Hemos desayunado a corre vuela y salimos, Francisco atrás con Dani, él incomodo, Dani, imagino que feliz. Tomamos el camino que arranca en Aceña, seguimos por el camino de tierra, subimos y subimos, sin encontrar señales de dólmenes, al fin aparcamos en una explanada y empezamos a hacer un recorrido tortuoso, con grandes rocas repartidas caprichosamente, a veces un tronco quemado, retorcido, de corteza brillante, gris, lisa… con interior negro y hueco, las huellas del incendio del 2003.
En un cercado había una pareja de caballos, uno negro y otro blanco, muy hermosos, se acercaron a nosotros, Dani “saludó” a uno de ellos, continuamos andando sin ver muestras de dólmenes, en fin, piedras trabajadas por la naturaleza vimos muchas, pero no las manipuladas por el hombre.
Cada vez lo veíamos más duro, de repente vimos un squad, y lo paramos, el chico que lo llevaba nos dijo que por aquel camino era muy lejos y nos recomendó dar la vuelta, lo hicimos y continuamos el camino de tierra, cada vez era más difícil, bajamos un cuesta, cubismo, entonces Francisco, Dani, Pepi y yo decidimos ir andando y Carmela con los yayos en coche. Los dejó en una sombra y volvió por nosotros, al fin decidimos ir otra vez todos juntos. Llegamos a un camino muy difícil, el coche apenas podía pasar ay pensamos que aquel camino no podía ser, así que volvimos, en el primero cruce nos encontramos con uno del lugar, en moto, nos dijo que los dólmenes estaban más atrás y que por allí se iba al pantano, ¡palabra milagrosa!. Nos fuimos al pantano, (después supe que se llama Pantano de Alpotrel). Es un lugar de postal, grande, con enormes rocas como islas en el centro, en las riberas pescadores, juncos, árboles, un silencio sólo roto a veces por un coche lejano, había cuatro aves nadando, yo lo descubrí primero y creía que eran cisnes, pero no, yo creo que eran ocas, Juan patos, mi padre ocas, Francisco no estaba seguro y mi Carmela ánsares: aves marinas palmeadas. Mi Pepi no opinó.
Estuvimos un rato, descansando, era un sitio muy tranquilo y se estaba bien. Pero tuvimos que volver. Y ahí, lo que en principio ya no debía ser difícil a poco nos quedamos clavados en el sitio, había un cuesta muy pronunciada y el coche con casi 400 kilos le costaba tirar y no podía subir, bajamos, los yayos renegando y preocupados se quedaron arriba conmigo, abajo Carmela, Francisco y mi Pepi, una rueda en un agujero, no había forma de sacarla, pero después de mucho, gira a la izquierda, tuerce el volante, frena, gira, no, para… etc. Consiguió salir, Carmela le cedió el volante a Francisco, claro.
Se pasó el susto y continuamos.. ¡entonces descubrimos un dolmen! Quizás el más estropeado, el Quejarón 2, creo, nos hicimos unas fotos y continuamos, hacía ya mucho calor. Llegamos finalmente a casa, cansados, sudorosos y cubiertos de polvo, nos adecentamos un poco y para comer al Bar El Cortijo en Las Huertas. Está bien, es un asador y el precio y calidad está equilibrado. Aunque ese día yo di la nota. A la hora de los postres el camarero nos dice en voz alto la lista de postres, empieza diciendo que tienen flan de coco, de vainilla, de huevo, de canela… y yo le interrumpo para preguntarle ¿tiene flan?. ¡En fin, cosa de los vapores etílicos! El coro de risas y bromas será largo…
Volvimos a casa, las tres teníamos que ir a comprar a Valencia, dimos una mini-vuelta pro el barrio judío, el calor era aplastante, teníamos que esperar que abriera el super, fuimos a tomar un refresco al bar Artesano creo, un bar muy antiguo, con una gran foto de la cantante Soraya, la de “poyeya” dedicada. Cuando volvimos de comprar mi Carmela dijo de ir a Alcorneo a ver a un chico que tocaba el acordeón, pero cuando llegamos preguntamos a los mirones del bar y nos dijeron que era a las 11 y que era posible que no fura porque tenía al pare en el hospital. Así que media vuelta y hacia S. Vicente de Alcántara, la capital del corcho, pero dimo sólo una vuelta, un refresco en un bar de los años 50 y a casa.
Esta visto que entre lo que decidimos hacer o ver y lo que finalmente hacemos si coincide es pura coincidencia. ¡Y ahora a hacer desaparecer las hormigas y a la cama! Mañana pensamos ir por la mañana a comprara churros y por la tarde, en el crepúsculo a los dólmenes ¿Iremos? ¡Quién sabe donde pararemos al final!

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