Lunes, 8 de agosto de 2005. (primera parte)
Dos horas y pico después de salir, adelantamos el desayuno porque hay hambre y porque yo no puedo poner el pie del gas bien (record de horas seguidas conduciendo).
Desayunamos y yo me voy a pasear con el perro. Me estoy alejando y oigo como en los coches la gente se pone nerviosa. “Dani, se han olvidado algo”. Parece serio, así que dejo mi paseo y voy a ver.
Veo a la Mercedes buscando algo, así que decido buscar a la Pepi. Resulta que la Carmela no encuentra el carné de conducir, se lo ha dejado en la habitación (menos mal que no he sido yo, me he imaginado colgada de una farola). Llamamos al Juan, Carmela y Mercedes vuelven con el coche (el “mio”) y al cabo de un rato el Juan lo confirma: ahí está encima de la mesa. (Continuará)
(El viaje de regreso a Barberá no fue muy largo ni incomodo, pero estábamos inquietas por que sabíamos que el papa se iba a preocupar mucho, así fue, al parecer hasta lloró de nervios.
Llegamos a Barberá, y ya que estábamos allí pues desayunamos el bocadillo que nos habíamos llevado para el camino, nos sentamos en las sillas del comedor, cada una con nuestros bocadillos y a mi me dio la risa, pensando que habíamos ido más lejos de Tarragona y habíamos vuelto… en aquel momento parecía que para desayunar en casa…
En fin volvimos a coger la carretera, después de hacer necesidades fisiológicas y volvimos.
Ya habían dispuesto la comida y el sitio estuvo bien, (si no hubiera sido por el despiste no hubiéramos visto el árbol más grande del pueblo ni siquiera sabíamos que existía)
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